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La historia de España contada con sencillez

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La historia de España contada con sencillez

 El testamento de Isabel la Católica

Prólogo del libro escrito por el Académico Luis Suárez Fernández

Para cualquiera de los miembros de mi generación, el nombre de José María Pemán despierta una profunda evocación y un alto respeto. Prácticamente cubrió el espacio de una generación, aquella que hubo de convivir con la guerra civil, atravesando un tiempo que habría de permitir cambios decisivos en la hora de España. Por eso a mí me tiembla la pluma cuando se me invita a compartir el honor de una nueva edición de este libro, que nació en las horas difíciles de la década de los cuarenta, cuando desde muchos lugares se combatía la memoria española. Pemán era tres cosas fundamentales a un tiempo: cristiano, español y monárquico, por este orden. E intentaba, en un esfuerzo supremo, poner su pluma de académico, uno de los mejores, al servicio de un gesto de amor que, despertando sentimientos, permitiera superar tantas amarguras y dolores. Ya lo había explicado en ese poema prodigioso que hoy se prefiere olvidar, el de la Bestia y el Ángel, que muchos no llegaron a captar precisamente por la sublime altura en que sus versos se movían.

Amar al prójimo como a uno mismo, nada menos pero tampoco nada más. Y entonces se dispuso a poner a los jóvenes —los más jóvenes, en su despertar de adolescencia— ante ese otro yo del que estaban llamados a formar parte: España. No es un espacio geográfico aunque a él nos refiramos, sino una manera de ser, un conjunto de valores que se han construido a lo largo del tiempo, y un patrimonio del que las futuras generaciones tenían que partir, pues desde él estaban llamadas a construir el futuro… No se trataba, pues, de elaborar una conciencia histórica objetiva, como deben hacer los sabios historiadores, sino, como recomendaba su contemporáneo Huizinga, de «rendir cuentas de su pasado». El libro prescinde muchas veces del rigor de la noticia, para poder adentrarnos en el significado ético e intelectual que tal noticia tiene. Lo importante, por ejemplo, es que el Cid, a los cincuenta y siete años muera apoyado en el hombro de Jimena. Porque ahí está un pedazo de realidad muy valioso. Tampoco trata de discutir si son o no los restos de Jacobo los que yacen en Compostela. Lo que importa es valorar el camino, que permitió a Europa entrar en una de sus dimensiones esenciales, la gran perdonanza.

En el libro, que es una pieza esencial en el camino de la restauración hispánica a la que él estaba contribuyendo desde el servicio a su rey, se intentaba explicar a los jóvenes de aquella generación que pertenece ya a un inmediato pasado, qué es España. Partiendo de sus raíces —ibéricas, celtas, tartésicas, púnicas o griegas— hasta llegar a roma a la que, desde luego, todo se lo debemos: la lengua, el derecho y especialmente la fe cristiana. Pues España ha sido —y en ello insiste esta obra en que menciona muy expresamente a Ramiro de Maeztu— la creadora de ese patrimonio que es un equivalente del de roma y al que llamamos Hispanidad. Para hacerlo comprensible, en este libro se centra de una manera especial en los siglos primeros y medievales inspirándose en la tarea ejecutada por grandes historiadores del siglo XIX, cuyo trabajo fecundo se había continuado hasta su propia generación.

Todo se coloca bajo la inspiración de San Isidoro de Sevilla, a quien la obra en conjunto se dedica. Contar «con sencillez» la Historia de España no significa para él, poeta, periodista y dramaturgo de cualidad insigne, otra cosa que hacer comprensible a los jóvenes de los más diversos sectores, la importancia que reviste la herencia cristiana. No olvida que Hispania es única entre las naciones romanas, que ha sido «reconquistada» tras haberse perdido a manos del Islam. Como buen andaluz, insiste en que una parte muy considerable, la más decisiva, del Imperio islámico andalusí corresponde a la herencia española. El Cid, con soldados de ambas religiones, así lo demuestra. Y el saber profundo de las bibliotecas es resultado de la herencia isidoriana.

El núcleo fundamental del libro aparece cuando se ocupa de los siglos XV al XVIII, es decir, la plena maduración de esa forma de Estado que constituye la Monarquía. Los Reyes Católicos se nos muestran como término de llegada, al rehacer la unidad de los reinos y, también, al conseguir que el catolicismo fuera el eje integrador, suprimiendo las alteraciones o disidencias. Pues durante esos siglos, España ofreció a Europa una alternativa en que los derechos naturales humanos, la capacidad racional para el conocimiento y el libre albedrío constituían los ejes sustanciales. Las guerras de religión impidieron que triunfara la fórmula española, pero la Monarquía demostró su gran vigor al conseguir esa especie de recuperación, ilustrada a la española, que caracteriza al siglo XVIII. Pemán escribe estas páginas como monárquico convencido en unos momentos, en que las propuestas de restauración encontraban fuertes críticas en los dos bandos, en que los españoles se dividieran como consecuencia de tercas guerras civiles. En otro aspecto resulta muy importante el libro que estamos comentando. E insisto una vez más en que no se trata de un manual de Historia para estudio de esta disciplina, sino de una reflexión profunda, decidida y fecunda. España ha sido, como Roma, madre de pueblos: de ella nacieron las corrientes que hacen, como años después recordaría el Papa, que la mayor parte de los católicos, al dirigirse a Dios, lo hagan en español. La Historia de España se torna incomprensible cuando se prescinde de América. Fue allí donde echó raíces, y muy profundas, atrayendo lo que las culturas indígenas tenían de valor a fin de convertirlas, al igual que estaba haciendo con las personas que las componían. De ahí llega esa nueva imagen del mundo, capaz de romper los horizontes. Pemán la vivió en El divino impaciente, acaso porque su vivencia estaba asociada íntimamente a los lugares de donde partió Colón.

La guerra de la Independencia nos introduce en la tercera parte del libro, acaso la más importante, ya que en ella se aplicaba correctamente el pensamiento de Pemán: las guerras civiles fueron la gran desgracia; no solo provocaron que se diera mala solución al problema del autogobierno americano, sino que produjeron el enfrentamiento entre dos Españas, una constante del siglo XIX y parte del XX. En el momento de concluir su libro, el gran escritor abrigaba la esperanza de que el Movimiento Nacional fuese un modo de cerrar la puerta, por medio de una reconciliación que superase odios y divergencias. Esta debía ser la misión de la Monarquía, a la que tuvo empeño continuado en servir. El libro es importante. Pero no debemos olvidar que don José María es muy superior a sus propias obras. Vivió hasta el fin soñando que el Ángel sería capaz de vencer a la Bestia. Y de este modo procedió como un gran maestro. De ahí la importancia que reviste este libro, especialmente rico en sus valores morales.

LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ
Real Academia de la Historia

 

 

 

El autor

José María Pemán

José María Pemán (1897-1981) nació y murió en Cádiz, de familia andaluza acomodada, se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla y se doctoró en la Universidad de Madrid. Poeta, escritor, articulista y brillante orador, es uno de los humanistas españoles más destacados del siglo XX. Su pluma culta como pocas acertaba a conectar con el pueblo llano con elegante sencillez. Fue presidente del consejo privado del Conde de Barcelona. Poco antes de morir, el rey Don Juan Carlos le concedió la insignia de la Orden del Toisón de Oro.